Estaba sentada en la parada del bus, viendo como el tumulto
de gente pasaba por delante de mí.
La mayoría con prisas, parecía que las veinticuatro horas
del día no les eran suficientes.
Otras personas luchando con sus fierecillas por no llegar
tarde al colegio, los niños de hoy en día se levantan con demasiadas energías.
Había justo enfrente un grupo de gente joven, más o menos de
mi edad, que seguramente planeaban como saltarse las clases.
Llega mi bus. Miro a aquel grupito esbozando una sonrisa en
la cara, apostaría que ni iba a ser uno de sus mejores días de fuga.
Se abren las puertas, con ese ruido que más que abrirse parece
que algo en su mecanismo no fuera bien.
Miro al conductor, por la apariencia diría que tiene unos
cuarenta y tantos. Parece que trabaja en el turno de mañana, su rostro muestra
cansancio y el vaso de plástico con no más de un poco de café solo frio me lo confirman.
Al parecer tiene dos hijos, por las fotos tamaño carnet que
tiene junto a la máquina de expedir billetes. Parece que está separado porque
en la tercera foto que hay, un poco más grande que las demás, esta recortada
pero todavía se ve la mano que estaba apoyada sobre él en ese momento y
seguramente era de su mujer.
Le suelto las monedas en la mano, seguro que ha trabajado
mucho con ella pues están muy cuarteadas.
Cruzo el pasillo, fijándome en todos y cada uno de los rostros.
La muchacha del primer asiento, con el móvil, debe de estar
hablando con su novio pues tiene la sonrisa que tanto te vi pero nunca fue para
mí.
La señora del asiento de atrás, bastante ajetreada,
ordenando lo que a mí parecer eran informes.
En el otro lado,
en frente de esta señora había un
chico joven, quizás un par de años mayor que yo, que llevaba una guitarra. Supuse
que tocaba en la calle por la forma en que se comportaba.
Detrás de este una chica joven con un libro, que por la
forma en la que se restregaba los ojos a cada rato, no debía de llevar muy bien
el examen.
Aunque había muchos asientos vacios me senté al lado de un
señor que me llamó mucho la atención. Ese hombre debía de rondar los sesenta y
siete años, el jugueteo que se traía con el pañuelo blanco que tenia entre las
manos me ponía muy nerviosa.
Tenía toda la pinta de estar jubilado.
Me llamó la atención, por simple estética, o no sé por tonterías
mías. Era un hombre delgado, robusto y alto.
Parecía un hombre misterioso.
Una de mis manías es llevar solo un casco mientras escucho
la música por no desconectar totalmente del mundo.
No paraba de intentar verle las manos a aquel hombre. Quería
saber más sobre él, si había trabajado, si su vida fue muy dura… Pero aquel estúpido
pañuelo no me dejaba atisbárselas con claridad.
Desistí, cogí el móvil y cambie de canción.
Oí como el hombre decía: - emigré a América muy joven y
trabaje en los campos de café.
El jugueteo con el pañuelo cesó.